La solución

Francisco Javier Sánchez Palomares

Bernardette es una joven elegante a la que le cimbrean al viento las pobladas cejas cuando monta en bicicleta. Las malas lenguas dicen que fue la única chica de Nueva Inglaterra que rechazó desayunar con jarabe de arce en favor del aceite de oliva de Pegalajar. Aunque también hay quien responsabiliza a esta decisión del soberbio porte de la zagala.

Vive con su madre en Green McAllister, una villa costera en crisis. Hace un año se prohibió el arponeo del bañista ocioso y la mayoría de sus habitantes se han quedado sin trabajo. La oficina de empleo se afana en buscar soluciones que palíen la situación. La última medida ha sido contratar un crucero del amor llamado la Colada del beso, una suerte de buque con todo el perímetro dotado de lavadoras de las cuales surgen hombres mareados por la fuerza centrífuga dispuestos a besar a las mozas que se amorren tras haber pasado por taquilla.

—Mamá, el sábado llegaré tarde, voy con Violet a merendar a la heladería de Grace.

La madre de Bernardette sabe que su joven hija con hormonas guerrilleras piensa acudir a satisfacer sus bajos instintos con esos mozos almidonados del barco y no a merendar batidos de cinco dólares al son de Buddy Holly en un establecimiento color pastel. Además, a ella no le gustan esos brebajes empalagosos y a Violet siempre se le dieron bien las relaciones púbicas. Tardará en regresar, es la noche idónea. Es la única solución, lleva años preparándolo; ha de hacerlo bien, de otro modo Bernardette no cobraría su seguro de vida.

WWII
Decenas de muchachas se amorran con mozos almidonados

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